miércoles, 29 de septiembre de 2010

DISCURSO DEL ELOHIM TRANQUILIDAD

Hace mucho, pero mucho tiempo, Yo fui uno de esos diminutos Elementales revoloteando de aquí para allá en mi Universo, adhiriéndome (cuando me daba la gana) a algún Rayo de Luz proyectado por algún Ser de quien Yo era apenas consciente. A veces cabalgaba sobre un gran Rayo de esa Luz que estaba destinada a volverse parte de una Estrella o de otra bella creación de Dios. Yo no tenía responsabilidad alguna ni obligación.
La misma libertad se le da a todas las creaciones de Dios. Por ejemplo cuando vuestra Presencia “YO SOY” fue inicialmente creada, Se le permitió pasar a través de las Siete Esferas de actividad alrededor de Su Deidad (Su Fuente); encontrar la Esfera que más le interesara; quedándose en cualquier Templo tanto tiempo como quisiera, a los pies de cualquier Maestro por el tiempo que quisiera.
Los Ángeles tienen una libertad así. Cuando son inicialmente creados, se retozan en la Gloria y Luz del cuerpo de Dios y eventualmente, se convierten en partes de las Virtudes de Constancia, Fe, Esperanza, o cualquier Virtud Divina que quieran.
Entonces, repentinamente un día me llegó un sentimiento en mi interior de que Yo quería ser una parte consciente de la Creación. Cuando esto se da dentro de cualquiera, significa que la actividad del Primer Rayo ha nacido dentro de ellos —la Voluntad de hacer.
Entonces busqué a alguien que yo sabía me podía decir exactamente qué hacer y, cuando lo encontré, se me dijo que de querer Yo ir a cierto Templo de la Naturaleza, podría aprender a construir formas —quizás una flor. Para hacer esto, junto con otros de la misma intención, tenía que aprender a sostener el pensamiento-forma que se nos mostraba sobre el altar por el Deva presidente, nuestro Instructor. Después de matricularme como estudiante en este Templo de la Naturaleza, mi primera tarea fue la de construir una flor amarilla de cinco pétalos, algo que nunca olvidaré. Oh, deben haber habido como doscientos de nosotros en la clase, todos tan irresponsables como Yo. Podíamos oír bella música fuera del Templo; el aire era muy agradable y fresco, bellos Seres de Luz pasaban a través de la atmósfera fuera de las ventanas, y eso de mantener el patrón de esa flor se puso tan monótono... ¡déjenme decirles!
Sin embargo, el Deva permaneció parado allí sobre el altar, y desde dentro de Sí exteriorizó el patrón de esa flor que Nosotros habríamos de aprender a crear. Trató de capturar Nuestros pensamientos y enfocarlos sobre esa flor. Pero pronto caí en la cuenta de que sólo la voluntad de hacer no era suficiente, que deben seguir los otros seis “pasos” de la creación para perfeccionar la actividad.
Entonces, de repente, la Percepción entró en mi mente y pensé: «Sí, esto es una parte de la Creación», y percibí, al menos, lo que el Deva quería que Yo tratara de hacer. Hasta ese momento, Yo sólo gozaba de la fragancia, del color y de la simetría de forma de esa flor. No sentía ganas de hacer nada más que eso al respecto. A medida que ese sentimiento de percepción tomaba posesión en mi interior, Yo trataba conscientemente. Oh, pero esa primera forma que traté de crear fue ciertamente una forma distorsionada, era especie de un cuadrado; no tenía suficientes pétalos, ni tampoco tenía la fragancia correcta. Además justo tan pronto le retiré mi atención, ¡la forma desapareció!
Ahora bien, algunos en la clase todavía no estaban muy concentrados en su atención y seguían “revoloteando”.
No obstante, aquellos de nosotros que realmente queríamos formalizarnos finalmente no movimos la frente del salón más cerca del Altar.
Bueno, a medida que continuamos absorbiendo la instrucción y tratamos una y otra vez, finalmente un día la pequeña flor amarilla apareció en mis manos y ¡Yo estaba tan feliz! Esta vez tuve el número correcto de pétalos, el color correcto, y la fragancia correcta para mi flor, pero —¡Ay Dios mío!— justo cuando se la iba a mostrar al Deva, uno de los Arcángeles pasó por la ventana y, al ser mi atención atraída por Su magnífica Luz, se la quité a la flor por solo un instante. Cuando volví a mirar a mi mano, ¡la flor había desaparecido! ¡Todo por una falta de Concentración! Ahora bien, estos Devas no hablan del todo. Ellos dan toda Su instrucción mediante radiaciones, y nuestro Maestro Deva nos sugirió que si queríamos crear conscientemente estas flores, podíamos añadir belleza y perfección a una primavera en algún bello planeta que el Elohim a cargo del mismo había traído para embellecer para bendición de una evolución de almas vivientes. Al ponerme a pensar en esto, el Amor por mi tarea nació dentro de mí. Sentí que Yo quería hacer esa flor lo más perfecta, lo más olorosa, lo más bella posible, y que durara lo suficiente para realmente bendecir a alguna parte de la vida. Ese fue el tercer aspecto de la Deidad —Amor—, ¿lo ven? Entonces me olvidé de mí y de las distracciones de aquellos que estaban pasando por el exterior; entonces realmente quise crear esa flor y permanecí con ella. ¿Qué pasó entonces? Pues, que recibí una asignación. Los Devas no le asignan a nadie la tarea siquiera de volverse una flor de manzana hasta que sepan que uno se quedará con esa tarea el tiempo suficiente para completarla. En mi nueva asignación creo que había como setecientos de nosotros dirigidos a adornar un gran árbol. Incidentalmente, la flor amarilla que yo había de crear no crece en la Tierra de ustedes, como tampoco crece el árbol del que estoy hablando. Quizás algún día lo harán.
Aquí vino otra lección que Yo no aprendí de una vez. Nuestro Maestro nos recordó que cuando fuéramos al Planeta con el Gran Deva del árbol que iba a ser formado, habríamos de ver toda clase de diferentes árboles. Nos advirtió de que pusiéramos atención de que nuestra flor individual a ser creada no se volviera como la que habíamos visto en otro arbusto o árbol. A mí se me olvidó su advertencia ¡y a mi flor le pasó lo que Él dijo! Vi flores rosadas, azules y blancas y para cuando había terminado de verlas todas, ya no tenía nada definido propio en mi mente, y, por ende, ninguna manifestación.
Aprendí entonces la cuarta lección, la Pureza de aferrarse al Patrón Divino que se me había dado en el principio. Cuando finalmente regresamos a nuestro “Salón de clases” en el Templo de la Naturaleza, ninguno de los que nos habíamos “perdido” estábamos
orgullosos de los respectivos logros. Como pueden ustedes ver, aquellos a cargo siempre preparaban a más Elementales de los que saben se necesitarán para cierta creación y, por ende, la creación fue completada por aquellos que podían hacer el trabajo. No volví a ofrecerme de voluntario tan rápidamente para la propia experiencia, ¡eso sí se lo puedo asegurar! No obstante, en Mi interior determiné que Yo habría de sostener el patrón de esa flor amarilla hasta que lo trajera hacia delante en perfección.
Al final no tuve siquiera que ofrecerme de voluntario. Mi Maestro Deva, en misericordia, me dijo un día: «Bueno pues, puedes ir y volver a tratar». Esta vez cerré mis ojos, mi mente y mi atención a todo lo que no fuera convertirme en esa flor amarilla. No obstante, quedaba allí algo más que Yo debía recordar —Constancia—, ya que permití que mis pétalos se cayeran ¡antes de que concluyera la primavera!
Tuve que aprender la quinta actividad de Constancia y Concentración hasta que el Deva me llamó de vuelta a casa. Dada mi falta de constancia, después de la caída prematura de mis pétalos, llegué a casa un mes entero antes que los demás. Tengo que decirles que no entré al Templo por un tiempo bastante largo. Caminé para arriba y para abajo fuera del mismo ¡pero no entré! Al fin tuve que entrar, ¡ustedes saben doquiera que estén y sea lo que sea que se ofrezcan a hacer, tendrán que determinarlo algún día. Igual ocurre con la humanidad —podrán “jugar” todo lo que quieran y gastar su tiempo así; pero un día tendrán que terminar su curso (realizar su Plan Divino); tarde o temprano, quizás con las plumas arrastrando, regresarán ustedes a realizar su Plan Divino original.
Cuando nos reunimos de nuevo ante el Deva en el Templo de la Naturaleza, me senté atrás en la última fila. Yo era pequeño de estatura y pensé que allí no sería visto tan fácilmente. Para mis
adentros, me dije: «Más nunca volveré a salir. Me voy a quedar aquí mismo».
Sin embargo, acto seguido se nos enseñó la lección de Ritmo. Aquí aprendí que tenía que sostener la pureza de la forma, y que tenía que quedarme en mi puesto hasta ser liberado por el Ser que me había enviado hacia delante. Eso era constancia. Entonces, sorprendentemente me enteré que yo tenía que ir ¡cada primavera! ¡Ay Dios mío! Y yo que pensaba que ir una vez era un logro mayor, pero aprendí la lección de Ritmo —flor amarilla, flor amarilla, flor amarilla, una y otra vez, todas y cada una de las primaveras. No voy a tratar de decirles cuántas primaveras me volví una flor amarilla. Hacerlo una vez era novedad; hasta una docena de veces fue divertido; pero hacerlo cada primavera me pareció ¡una larga, sostenida e inexorable “moledera”! ¡Obediencia! ¡Obediencia! ¡Obediencia! Hasta el final.
El último paso que tuve que aprender en este proceso de creación fue el de sostener la Paz. La última vez que el Deva me dijo que Yo iba a ser una flor amarilla otra vez, ¡casi fracaso el curso completo!
Como ven, en el ínterin otros de mis amigos ya se habían convertido en bellos árboles, arbustos y demás bellas creaciones, pero yo todavía seguía siendo una pequeña y delicada flor amarilla. Así que como podrán ver, Yo tenía que aprender a sostener la Paz —¡Paz en la que me convertí en un muy distante plan futuro! Así que si sois una de esas “pequeñas flores amarillas”, aprendan a ¡sostener vuestra paz! ¡Quizás un día serán el Sol para un Sistema! ¿Quién puede saber lo que alguien podrá lograr mediante el uso del libre albedrío?
Al fin, en este viaje final, ¡sencillamente aflojé! ¡En verdad que lo hice! Pensé: «Si es la Voluntad de Dios, Yo seré esa flor por toda la eternidad!» ¡Ese fue mi último viaje!
Esa rendición absoluta Me dio mi liberación; y cuando esa vez regresé a mi Deva en el Templo de la Naturaleza, Él coronó mi servicio de las edades —dije “edades”— ¡con Victoria! Entonces me gradué al Reino Dévico.
Por un largo, largo tiempo serví y trabajé con creciente eficiencia hasta que, finalmente, tomé la Iniciación de los Elohim. Más tarde cuando se me dio la oportunidad por el llamado de los Amados Helios y Vesta a los que se quisieran ofrecer para construir para Ellos este querido planeta Tierra, voluntariamente me uní a los otros Seis Elohim para prestar dicho servicio. Servimos juntos en asociación, tanto por el gozo de la camaradería como por el gozo de la creación.
Ahora, proceder por estos “Siete Pasos” de actividad es la manera por la cual los Elohim expanden Sus conciencias —desde un Ser Elemental hasta un gran Constructor de la Forma—, es la manera por la que los pequeños Querubines se convierten en Grandes Devas de Luz, y pasando por dichos “Pasos” también es que las almas espiritualmente dormidas eventualmente se despiertan y se convierten en los grandes Seres Ascendidos de Amor, Luz y Perfección. No hay escape posible en ninguna parte en cuanto a seguir esos “siete Pasos”. Algunas naturalezas son tales que aceptan y siguen dichos “pasos” rápidamente, mientras que algunos se toman un tiempo más largo para lograrlo. Créanme, ¡Yo lo Sé! Creo que fui el alumno más lento de todo el grupo de Elementales con quienes comencé pero, una cosa sí aprendí (si nada más) y fue a sostener mi Paz y a ¡permanecer en la sabiduría de la Ley!
Por la amabilidad y cortesía de vuestra atención, y por vuestro amor ¡les doy las gracias! Por favor recuerden siempre que ¡la Paz es un poder positivo! Yo —que pasé por el camino de la evolución antes que ustedes— ¡estoy a la orden!
Los dejo con Mis Bendiciones. Que todas vuestras precipitaciones sean perfectas; que vuestras “flores” sean bellas, y que vuestras Tareas Divinas sean exitosas en el Nombre de Dios. Gracias y buenos días.
Tomado del Libro “Los Siete Poderosos Elohim hablan”.

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